martes, 10 de marzo de 2009

Día y noche en el Delta

Plácidos canales solitarios, luminosos ríos concurridos, y una canoa que se desliza sutil sobre las aguas. Cómo ver el Delta desde otro ángulo, con la sola fuerza de los remos, con sol o bajo la luna.


El Delta del Paraná es una región misteriosa. Un mundo donde hay más agua que tierra, donde más que caminar se navega, y la naturaleza reina en convivencia con los habitantes. Hay un Delta, el de las salidas del fin de semana, bullicioso y concurrido, con el ruido de los motores a pleno y el tránsito de lanchas constante en los grandes ríos y canales. Y hay otro Delta, el de las mañanas solitarias y los atardeceres tranquilos de los días de semana, el de los canales apartados y el de las leyendas que parecen risueñas bajo la luz del sol, hasta que la nocturnidad vuelve a darles cuerpo y un sombrío viso de realidad.
Ese Delta, el más secreto, se puede conocer apagando los motores y empuñando los remos: Lucas Míguez, constructor de canoas canadienses con sus propias manos, y con sus propias manos también luthier, es el que invita a esta pequeña aventura sobre las aguas del Tigre. Bastan un par de horas, pero es tal la lejanía de la gran ciudad que el viaje parece haber durado días, a medida que cada remada se hunde en el agua; a medida que, silenciosamente y sin salpicar, la canoa va avanzando como flotando sobre la superficie del río.


OCRE, SOL Y SOLEDAD

De día, por la mañana temprano o en las primeras horas de la tarde –las que Lucas y sus compañeros de Selknam Canoas eligen para navegar a remo, por la notoria disminución del tránsito a motor–, el río muestra su radiante color león. Es el color que viene bien de lejos, del Norte, de las regiones de tierras rojizas arrastradas por el fluir incesante del Paraná. En la bajada del Club Hispano, la canoa –elegante como pocas, lista para despertar admiración a su paso– está preparada para embarcar al grupo, que acomoda sus mochilas en bolsos impermeables, se ubica a cada lado según indican los guías y empuña los remos como expertos. El primer tramo ayuda a acomodar el ritmo de las paladas, a seguir las indicaciones –“remar, no remar, contrarremar”– y a comprobar que el esfuerzo grupal da resultado: la canoa avanza, con facilidad, gracias a la guía experta del piloto instalado en la proa. Lucas, mientras tanto, va contando, explicando, recordando. Enamorado del Delta, ex isleño, ahora tigrense que vive “a apenas un par de cuadras del río”, su relato le pone alma al paisaje del río Luján y el canal Fulminante, los primeros que va recorriendo la canoa, hasta llegar a una zona de solitarios canales numerados. Allí la naturaleza recupera terreno y basta levantar la vista para sorprender a un martín pescador vigilante en una rama, a una garza bruja que huye discretamente ante la presencia humana, entre las flores y los perfumes del fin del verano. Menos exuberante que la florida primavera, cuando plantas nativas y exóticas están en su esplendor, esta época tiene cierto nostálgico y particular encanto. El paisaje es el típico nativo, de camalotes y cuchareros, de pajonal con sus juncos exteriores sobreelevados sobre el centro de las islas, que suele ser más bajo e inundable. Por eso las casas están en los bordes, y también por eso están siempre sobreelevadas: es que las jugarretas del viento, cuando quiere soplar con fuerza, impulsan la subida de las aguas. Una, dos, tres veces al día, aquí manda ella, y hay que aceptar su ritmo de crecidas y bajantes.


A LA LUZ DE LA LUNA

Si solitario es el día, mucho más lo es la noche. Y fantasmal, misteriosa, cautivante. Nuestros ojos, tan atentos en la remada diurna, se permiten descansar y reposar sobre un universo sombrío, donde predominan los otros sentidos: el tacto, para sentir en la piel la caricia suave de la brisa nocturna; el oído, para distinguir las voces de los últimos animales rumbo a sus refugios; el olfato, que trae perfumes de tierra y río.


DATOS UTILES
Selknam organiza salidas a remo por el Delta, en canoas canadienses construidas a mano, de lunes a viernes a la mañana y a la tarde (a las 10 y a las 14). Los sábados, sólo a las 10. Cuestan $ 70 por persona.
Las salidas nocturnas se realizan el mismo día de la luna llena, tres días antes y uno después. Cuestan $ 85 por persona. http://www.selknamcanoas.com.ar/
Fotos:
El muelle techado del refugio de Selknam, para un alto en el camino.
La luna, estrella principal de las remadas nocturnas, sobre el río Sarmiento.